A bordo del bondi, me encontraba con alguna gente conocida, que también tenía actitudes medio extrovertidas. Cuando me miraba en un espejo, me daba cuenta de que tenía piercings que yo no tenía antes, ni tenía recuerdos de haberme hecho. Por otro lado, también me daba cuenta de que el efecto de la droga ya tenía que ir yéndose y, sin embargo, seguía como en las nubes. De a poco, me daba cuenta de que todo el mundo tenía piercingsCabe aclarar que los piercings no eran argollitas, sino que todos eran como alfileres. En definitiva, descubría que todos teníamos piercings, inclusive en lugares donde habitualmente la gente no se pone aros, como el omóplato. Cuando descubrí esto, empecé a sacarme los piercings y a sentir que volvía a tener control sobre mis movimientos. Me sacaba todos los piercings en el menor tiempo posible y me daba cuenta de que a través de ellos nos venían dominando. Con mi alma de héroe, iba hacia la oficina en la que controlaban la aplicación de estos piercings. Estaba dispuesto a todo. Me atendieron dos viejas, que se hacían las boludas y decían que no sabían nada. Yo me cansé de sus mentiras y las maté clavándoles los piercings que me había sacado
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