Cerca del mediodía, ayer se me cayó la conexión a Internet y, consecuentemente, también me quedé sin tele porque soy usuario de Cable Módem. Sin mucho trabajo por hacer y con una importante inquietud mental y física, me di cuenta de que algo tenía que inventar para salir de casa. Decidí aprovechar el tiempo y emprender una noble tarea que venía postergando hacía un tiempo: cambiar las tapas y fichas de los interruptores de luz (toda excusa es buena cuando no querés estar en casa)
Así las cosas, puse una música movidita, tomé papel y birome y recorrí mi casa: fui dibujando la forma los enchufes y de los interruptores mientras al costado anotaba la cantidad de tapas que necesitaba. Con el dibujito hecho, encaré hacia una casa de electricidad muy completa que queda a tres cuadras. Lo que no sabía, era que, por mi condición de eterno principiante en las materias de electricidad, esa visita iba a ser la primera de tres
Primera visita: saqué número y me llamaron rápidamente. Por suerte, el hombre de guardapolvo azul que me atendió desde el otro lado del mostrador se mostró bastante gentil y no intentó en ningún momento demostrarme que, de los dos, era el que tenía el saber. Le conté que quería cambiar las tapas de los interruptores y los enchufes y le mostré el dibujito, que me parecía que hablaba por sí solo. El lo agarró, pareció entenderlo, y empezó a tomar sus propias notas. Luego, tachó esas notas, una a una, y sacó una nueva cuenta. Fue hasta la computadora, volvió y me dijo que el presupuesto era de casi 160 mangos. Sin dudas, era más caro de lo que imaginaba
Le agradecí, me fui hasta la puerta sin todavía salir de mi asombro por la cifra que me había dicho. Sin embargo, no tenía ganas de volver a mi casa ni, mucho menos, dejar esa tarea sin realizar, así que volví sobre mis pasos y le confesé que tenía sólo 50 pesos. Acordamos que me iba a dar parte del pedido. A los pocos minutos me fui de ahí con una bolsa de llena de interruptores, disyuntores (creo que eran disyuntores, en realidad, no tengo la menor idea de qué son) y un montón de plastiquitos que parecían encajar uno dentro de otro, en caso de que cayeran en manos que supieran cómo emprender semejante tarea
Volví a mi casa, revisé la bolsa con atención y me di cuenta de que me habían vendido los materiales como para cambiar completamente los enchufes. Yo lo único que quería era cambiar el aspecto de los enchufes, comprar las tapitas y no mucho más. Así que volví caminar esas cuadras
Visita 2: en el camino, pensé algunas mentiras que podían servirme como escudo para no confesar que no había sabido cómo expresarme. Tenía decidido decir que los enchufes y las tapitas eran para mi vieja, que se mudaba sola, como si fuera normal que tu mamá se mude sola. Sin embargo, a la hora de explicarle a Roberto (que fue el hombre de guardapolvo azul que me atendió las tres veces), opté por no personificar al culpable del error: 'me explicaron mal lo que necesitaban. Lo único que quieren es cambiar las tapas de los enchufes', le dije, muy convencido
Roberto me entendió y me preguntó de qué marca eran los enchufes. Yo no sé cómo hacen, pero los ferreteros y la gente de ese tipo de negocios tan específicos, siempre tienen una repregunta a mano. Si fueran entrevistadores, me quedaría sin trabajo. Le confesé que no tenía idea de qué marca eran los enchufes y él me dijo que no había problemas en concretar el cambio, pero me aconsejó que volviera con algunas muestras
Visita 3: volví a mi casa, agarré la Victorinox que compré hace 15 años en Paraguay (juro que es auténtica, no es trucha), saqué el accesorio del destornillador, que es lo más parecido que tengo a uno verdadero, y fui enchufe por enchufe sacando las tapitas. Sobre cada una, anoté con un marcador indeleble la cantidad que necesitaba. Volví por tercera vez a la casa de electricidad. Pedí por Roberto, que estaba charlando con la cajera (picaflor!), me vio y me reconoció. Le di las tapas. Las miró con atención y dijo: 'ah, no, esta marca de tapas no tienen cambio. Ninguna otra te va a servir'. Mi desilusión no tenía piso. Tanta ida y vuelta no había servido para nada. Finalmente, cambié todas esas cosas que me había dado en mi primera visita por algo que necesitaba, agregué 17 pesos y me fui a cortar el pelo a dos cuadras de ahí. Está claro que nunca dejaré de ser un principiante en negocios de ese ramo
martes, marzo 06, 2007
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1 comentario:
MUY BUENO!
Muy real claro.
Siempre me llamó la atención las conversaciones con los ferreteros. Suelen ser muy graciosas, con sus interminables repreguntas ("El cóncavo o el convexo?", "el estándar o el reforzado?", "ahhhh usted dice el piripitichuflo vectorial! Con estrías o rosca?").
En fin, para mi ir a la ferretería es practicamente un hobbie.
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