A partir del casamiento que tuve este fin de semana me acordé de una anécdota genial de cuando se casó mi hermana (nota obligada: inolvidable la escena de mi amigo emocionado en el altar, llorando como se debe. Esos novios queremos, no burócratas del amor)
Mi hermana y mi cuñado estaban conviviendo hacía un par de años y decidieron casarse. Lógicamente, hubo un festejo familiar ante semejante anuncio, en la casa de los padres de mi cuñado, una de las más copadas de Almagro Punga (a pocos metros de Rivadavia)
La casa estaba plagada de familiares de primera, segunda y tercera línea. O sea, desde hermanos hasta primos lejanos, de esos que aparecen cada vez que hay un anuncio groso o bien un catering que justifique su presencia. La noche ya estaba terminándose cuando con mi viejo nos sentamos bastante en pedo al lado de unas copas, que el padre de mi cuñado empezó a servir con champagne, para realizar el último brindis
Mientras me relamía mirando las burbujeantes copas, escuché que mi viejo balbuceaba unas palabras inentendibles. A los pocos segundos las repitió, así que intenté prestar más atención. 'Ya está bien, Jorge', le decía al padre de mi cuñado, cada vez que la copa se estaba por llenar. 'Ya está bien, Jorge', repetió a la siguiente copa
Se ve que mi viejo se había olvidado que este buen hombre se llama Donato y vaya uno a saber porqué le decía Jorge, dos nombres que, por cierto, no se parecen demasiado. No podía permitir semejante error en la noche en que se anunciaba una boda. Sigilosamente, intenté advertirle a mi viejo de su error. Me acerqué a su oido y le recordé el verdadero nombre, moviéndome con ese swing que caracteriza al borracho (Cuando uno está borracho piensa 'qué bien la estoy piloteando. Lo estoy avivando a mi viejo de su error y el otro ni se dio cuenta'. Creo que eso es de lo más lindo de estar borracho. Disculpen la licencia, vuelvo al relato)
Cuando me escuchó, mi viejo se cagó de risa, se dio vuelta y le reveló toda la historia a Donato, que creo que estaba tan en pedo como nosotros. 'Te estaba llamando Jorge, pero vos sos Donato', le resumió. Yo no supe si escapar o festejar el sincericidio de mi viejo. A los pocos segundos estábamos todos con la copa en alto: Donato, Jorge, mi viejo, mi hermana, mi cuñado, yo, todos. Como debe ser, la anécdota fue recordada en varios eventos familiares posteriores
domingo, junio 18, 2006
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