La vida vale un Torpedo

Apenas Juan Castro se cayó de un primer piso y su vida estaba a punto de apagarse, con mi amigo Nacho hicimos una apuesta: yo dije que llegaba al fin de semana, él decía que se moría antes del viernes. El que perdía, debía pagar un helado Torpedo

Durante toda la semana seguimos muy de cerca cada noticia que llegaba sobre la frágil salud de Juan. Inclusive, una compañera de laburo nos armó una falsa captura de pantalla de La Nación, en la que aparecía la noticia del fallecimiento y nos la envió por mail. Nacho se creyó ese mail y festejó de rodillas su victoria, aunque luego se enteró de que era mentira

Finalmente, este guacho se murió antes de lo que yo decía y tuve que pagar el Torpedo. Hoy hablé con Nacho y me dijo que el sábado estuvo a punto de mandarme un mensaje de texto para apostar sobre Gabriel Ruíz Díaz, el bajista de Catupecu, pero no se animó porque le parecía que la apuesta era desigual. Nadie daba un mango por su vida. Ahora que ya lleva un par de días zafándola, maldigo que Nacho no me haya escrito, me hubiese ganado un heladito

Nota secatore: seguro que con este post lo seco y se muere hoy mismo