También tuve regresiones cuando me llamaron para comer, cuando tuve que cargar las bolsas del supermercado y cuando me ordenaron levantar la mesa. Creo que ese último punto fue casi un exceso y elevé mi voz, mientras llevaba los platos sucios a la pileta. Otras situaciones graciosas se dieron cuando mi vieja se interesó por un disco que estaba escuchando (me pidió que se lo grabara) o cuando se puso detrás mío para leerme el monitor: '¿qué dice? Sin anteojos no leo nada', confesó

Esa danza nos empezó a deprimir, el comentarismo (algo fundamental en esta vida) dejó de fluir, así que decidí cambiar de canal. La nueva distribución de canales quiso que la señal siguiente fuera Canal 26 y justo estaban dando la noticia de los carteles que aparecieron con la leyenda 'No jodan con Perón'. Entre la liturgia folklórica en un canal y la liturgia peronista en otro, con mis viejos accedimos en pocos segundos a un casi perfecto resumen de lo que es gran parte de este país: folklore (la tradición más anticuada y aburrida) y peronismo. Cualquier otro atisbo de progresismo, de propuesta artística diferente, de posibilidad de cambio, es algo que tengo la sensación de que quedará circuncripto a las grandes ciudades, especialmente Buenos Aires. En el resto del país, siguen mandando los mismos intereses y tradiciones que hace unas cuantas décadas
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