lunes, enero 29, 2007

Mi mesa de luz como cementerio

Me desperté de una siesta dominguera, bastante reparadora, por cierto, y ahí la vi: quietita, apoyada en mi mesita de luz. Todo es disminutivo. Todo en silencio. Todo medio frágil. Bastante quietud en el ambiente. La mariposa no parecía haberse inquietado con mi movimiento. 'También debe estar durmiendo la siesta', pensé, autorreferente. 'Hola, mariposa', atiné a saludarla

En mis vacaciones de este año vi muchas mariposas. Había varias amarillas, de un tono muy clarito, que eran las que más revoloteaban. A otras, las más naranjas, solía encontrármelas en el arroyo. A ninguna la había visto tan de cerca como a esta, que, a decir verdad, se la veía un poco más pálida y no tan vivaz. Me levanté de la cama y me vine a la compu, a escribir algo y a leer blogs y diarios, como casi siempre

Antes de irme, me fijé si todavía estaba ahí. Y ahí seguía, quietita, al lado del velador, casi en la misma posición. No la saludé cuando salí a cenar

Cuando volví ya no le presté atención, se ve que ya no me llamó la atención como antes. Sin embargo, antes de dormirme me di cuenta de que seguía al costado de mi cama. Temí que se hubiera muerto, así que le toqué las alas. Las abrió y las cerró un par de veces, casi en cámara lenta. Hacía un pequeño ruido al abrirlas y las cerraba lentamente. Nunca había visto a una mariposa hacer tanto esfuerzo por abrir y cerrar las alas. Me di cuenta de que sus alas eran naranjas y negras, pero la verdad es que se estaban oscureciendo cada vez más. Es obvio que se está por morir, porque casi ni se movió. Ni siquiera se le ocurrió salir volando. Apenas aleteó, como si se hubiera sentido en el compromiso de demostrar que era una mariposa. Si hubiese sido un perro, seguro que pegaba un ladrido de esos que no asustan a nadie

Su presencia a mi lado, la certeza de que se va a morir en mi mesita de luz la verdad es que me aturdió un poco. Quise leer y no me pude concentrar. Tampoco logré conciliar el sueño. Se me ocurrió que venir a escribir esto sería un buen antídoto. Quizás, se haya ido cuando vuelva a mi pieza. Ojalá así sea, porque no me gustaría tener un cadáver en mi mesita de luz. Pero estoy casi seguro de que va a estar ahí. Voy a tener que inventar un ritual para que tenga un entierro digno. Tal vez la meta en las páginas de uno de los libros que estoy leyendo. Otra posibilidad, mejor aún, es que la entierre en una de mis plantas y así su espíritu (alguna vez revoltoso, bastante fiacoso desde que yo la conocí) vuelve a crecer junto a mi enredadera, que se marchitó un poco con mi ausencia estival

Actualización: se murió, nomás

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