En estos días de festejos de fin de año, de balances y de proyectos de vacaciones, no sé porqué me acordé de la colonia de vacaciones que fui durante un par de veranos en mi infancia. Viéndola a la distancia, no cabe duda de que era una colonia muy berreta. A modo de ejemplo, basta con graficar que la merienda constaba de dulce de batata y Crush, una combineta muy ochentera, por cierto, y no muy nutritiva para niños en desarrollo. Aquí, algunos de los momentos históricos vividos en la colonia de Diana y Pablo (seguramente aparecerá algún lector que también iba a esa colonia. O no):
- Varios días no pudimos entrar a la pileta porque había un sorete nadador
- Las únicas dos actividades recreativas eran fútbol y pileta. Nada de actividades, de rondas, ni de educación no formal. No tengo idea a qué jugaban las nenas ni me acuerdo de nadie de esa colonia, ni de un coordinador ni de ningún amigo de verano
- En los vestuarios de esa colonia me enteré de la existencia del prepucio. La verdad, me dio impresión verlo por primera vez. Hasta ese entonces, sólo había visto los pitos (en esa edad no se puede hablar con otros términos, como 'pija') de algunos compañeros de mi primaria judía. No me acuerdo quién fue el encargado de explicarme qué era el prepucio y porqué yo no lo tenía
- Hubo un día en que nos demoramos en entrar a la pileta y tuvimos que esperar a un costado. Tenía puesta una maya roja, quizás, demasiado ajustada a mi existencia y no dejaba mucho lugar a la imaginación. El problema surgió cuando, cansado de aguantar las ganas de ir al baño, una gotita apareció en esa maya. Un compañero no tardó en descubrirla y en hacer correr la voz. Yo intenté convencerlos de que era una gota de la pileta y que alguien me había salpicado. Supongo que no me creyeron
- Lo del prepucio no fue el único tema que salió a la luz en esa colonia. Al año siguiente cambió un poco la propuesta educacional y tuvimos actividades que intentaban manejar algunos contenidos pedagógicos. A lo largo de una semana, los coordinadores nos leyeron 'Qué me está pasando'. Eso sí que fue una revolución. Yo tenía cierta idea mínima de algunas cosas, pero escuchar términos como 'menstruación' o 'polución nocturna', ya era demasiado. Ese gráfico en el que se veía la evolución de los cuerpos femeninos y masculinos era lo más parecido al porno. Jamás, en mis 9 o 10 años, había accedido a material tan hot. En esos días, emocionado como estaba, le pedí a mi mamá que me comprara ese libro. 'Papá y yo podemos explicarte lo que necesites', me contestó. Le agradecí el gesto, pero le dejé en claro que prefería tener el libro. Ver ese dibujo a escondidas era todo
lunes, diciembre 11, 2006
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