Hace casi dos semanas mi edificio estalló en una revolución. Una reunión de consorcio terminó en un griterío infernal. 'No me grite, que yo grito más fuerte', le decía una del segundo al octogenario administrador, con una voz tan de pito que podría haber sido parte del concurso de Capitán Intriga
A partir de ese día, se dio una inexplicable unión entre los inquilinos. Todos acordamos en que queremos rajar lo antes posible al viejo que administra el consorcio. Es más, ayer hubo una reunión sin él, para planificar nuestros reclamos, que serán dados a conocer en la reunión del próximo viernes
En semejante contexto, ahora pareciera que todos los vecinos nos adoramos. Nos saludamos con falsa cordialidad en los pasillos y charlamos sobre los temas conflictivos. Particularmente, prefería cuando los de al lado de mi casa me miraban con desprecio y me pedían que no sacara la basura a cualquier hora, sino de 20 a 21. Ahora sé que ella es docente y él se está por recibir de ingeniero. También me enteré que una vieja vive acá desde el 73 y que otras dos chicas, que yo siempre pensaba que eran nuevas, en realidad son hermanas. Hay un falso clima de hermandad que no tengo idea hasta cuánto durará, supongo, que hasta que se decida el aumento de las expensas
Repito la pregunta que hizo Samurai Jack hace unas semanas: ¿Existe alguna actividad que desnude más las miserias humanas que las reuniones de consorcio?
martes, diciembre 12, 2006
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