sábado, octubre 28, 2006

En el lugar exacto, a la hora señalada

Me había quedado dormido. Era esa época en la que me quedaba dormido y llegaba tarde a lugares. Inclusive me dormía en los colectivos y me despertaba en las terminales (Plaza Italia, Once, etc). Hace dos semanas me volví a pasar con el colectivo, pero era distinto. Estaba borracho y esa suele ser una buena excusa para casi todo. Vuelvo a ese día. Llegué tarde a mi primera clase de italiano. Cuando entré al curso, rápidamente me di cuenta de algo: eran casi todas viejas. A simple vista, eran malas noticias, porque hubiese prefirido que hubiese una rica, aunque sea para mirarla un poco y hacer los ejercicios con ella. Pero también podían ser buenas noticias, porque, como ya se ha dicho en Bien Ahí, adoro hablar con viejas. Además, casi siempre se ríen de los chistes. Vuelvo a encausar el relato e intentaré no volver a dispersarme. Entré al aula, saludé con la cabeza y me senté, para intentar entender el ejercicio que estaban haciendo. De a uno y en ronda, los alumnos iban diciendo su nombre y dónde vivían, todo en un italiano muy rústico, combinado con altas dosis de vergüenza, como en toda primera clase. Al principio pensé que cada uno ya traía cierto bagaje de antes. Después me di cuenta de que estaban repitiendo una formulita muy simple, así que me tranquilicé y entré en confianza rápidamente. Cuando llegó mi turno, no dudé y arremetí con mi mejor acento siciliano: 'Io sono Giuseppe e abito a Palermo'. Las viejas se cagaron de risa. Les encantó que dijera 'Giuseppe'. Y más con ese acento. Yo me sentí el más gracioso del mundo. Estaban a mis pies. Y eso que recién estaba empezando. Ese día sentí que había estado en el lugar exacto, a la hora señalada. Pese a que me había quedado un poco dormido

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