Hay épocas en las que los días no se terminan nunca. Una vez que te vas del lugar que te genera mayor angustia (trabajo, estudio, familia), aparecen las dudas y los miedos, que te persiguen a donte te vayas. Son épocas que se parecen a una larga pesadilla de la que nadie te despierta, no hay descanso. Te ves al espejo y no te reconocés. Nada de lo que hacés te satisface y te empezás a reprochar no hacer algo para modificar tus días. Cuando ya no sabés para dónde disparar, es cuando aparece un plan salvador que promete aportar un poco de aire a tanto encierro. Acá van tres historias de proyectos frustrados, de abandonos prematuros. En general, fueron planes que aparecieron para intentar torcer una rutina que venía demasiado mal barajada. Intentaba atacar el síntoma y por eso terminaba insertando planes chinos en horarios marginales. Claro que ninguno de ellos salió bien
El gimnasio: por entonces, tenía dos trabajos de oficina y otro más los fines de semana. El primero, de 9 a 13. El otro, desde las 14 hasta las 20. En esa época, además, estaba buscando departamento para irme a vivir solo, lo que generó que durante unos meses me ausentara del, por entonces, habitual fútbol de los sábados. Rápidamente, empecé a sentir cómo mis articulaciones se iban estrechando y cómo la tensión se empezaba a acumular dentro de mi cuerpo. No quiero mentir y decir que también engordé, porque no tengo esa tendencia (ya llegará) y menos aún hace 7 años
Me sentía encerrado en esos horarios y en esos trabajos. Aburrido, entumecido, con dolores de espalda por culpa de esas sillas que no habían sido fabricadas para pasar largas jornadas frente a la computadora. Se me ocurrió que ir al gimnasio podía despabilarme un poco y ponerme en acción. Me enfrenté a mi agenda y llegué a la conclusión de que el único horario disponible era desde las 8 hasta las 8.45. No quería ir por las noches porque prefería salir (lógico). Durante un mes, me levanté una hora antes de lo habitual para ir al gimnasio por primera vez en mi vida. No sabía el esfuerzo que llevaba mover esos aparatos, no conocía el dolor que aparecen en los abdómenes, que hacen que reírte sea toda una aventura
Como un comité de bienvenida no deseado, en el gimnasio me encontré con un ex vecino que se empeñanaba en sacarme charla en los descansos. Confianzudo, al segundo día me dijo que tenía que ponerle más peso a los aparatos. Luego de dos primeras semanas en las que fui tres veces, mi entusiasmo se fue diluyendo y preferí recuperar esa hora de sueño que venía malgastando entre series de abdominales robadas al profe y ejercicios mal hechos
UBA XXI: muchos amigos se habían anotado a UBA XXI y a mi me pareció que la idea de adelantar dos materias del CBC, mientras cursaba 5º año, era muy copada. Fui con un amigo hasta la sede de Hidalgo y compré todos los módulos. Se ve que por entonces no le di demasiada importancia al hecho de que había estado a pasitos de repetir 4º año y que era un estudiante por demás vago. Si no podía ni quería con las materias del secundario, mucho menos iba a poder con 2 del CBC. Estoy casi seguro de que no leí más de un capítulo de esos módulos
No sé cómo no me di cuenta de que el plan de estudiar solo no era para mi. Mucho menos en el contexto de quinto año. Ese tipo de cosas uno las hace de adolescente simplemente porque decidir no hacerlas te lleva más tiempo. Es más fácil hacer lo mismo que tus amigos y después ir viendo cómo lo sacás adelante. Algunos años después volví a intentar la aventura de UBA XXI y recibí un 2 como respuesta a mi falta de compromiso y a mi poca idea de para dónde quería ir. El CBC recién lo terminé hace dos años y ahora soy un feliz estudiante universitario
Grupo de investigación: hace 3 años tuve una profunda crisis profesional. No me gustaba el laburo que tenía y que me absorbía todo el día. Sospechaba que algo tenía que hacer, pero no sabía qué. En lo posible, quería invertir mi tiempo en algo que fuera algo comprometido con alguna causa social, porque el laburo que tenía por entonces era demasiado superficial. Creía que un periodista tenía que estar en las grandes luchas. O, por lo menos, en alguna. Apareció una chance de formar un grupo de investigación con otros periodistas y me subí al tren sin dudarlo
Nuestra misión era investigar cómo los diarios más importantes reflejaban la problemática piquetera y teníamos chances de publicar la investigación, si es que lo ameritaba. Luego de juntarnos todas las noches de los lunes (¿se les ocurre un horario más deprimente?) completamente ad honorem, el grupo se fue disolviendo. Uno pegó un laburo y no pudo venir más, otra se volvió a su pueblo, una se borró sin aviso. Intentamos seguir la investigación al año siguiente los pocos que quedábamos, pero el fuego inicial ya se había apagado. Igualmente, aprendí bastante haciendo ese laburo y perdí la poca inocencia que me quedaba con respecto a los grandes medios
miércoles, febrero 21, 2007
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