domingo, septiembre 11, 2005

El arte del regateo

Tengo la teoría de que nada de lo que compramos sale realmente lo que nos dicen. Todo podría salir menos. A veces, tenemos la chance de terminar pagando menos, por ejemplo cuando hacen descuento por pago en efectivo. En general, esa chance no existe y se paga lo que nos piden.

Pero en otras oportunidades, las menos, esa posibilidad hay que crearla. La chance está, pero hay que saber verla. Y no cualquiera la puede percibir. Para ello, hay que dominar el arte del regateo, que creo llevar en los genes.

Antes de desmenuzar las diferencias entre pedir descuento y regatear y sobre los elementos teóricos/prácticos del regateo, es hora de hacer la primera aclaración: para mi, ninguna transacción está completa si no se intenta pagar menos de lo que se pide.

Regateo no es pedir descuento
Hagamos una primera distinción, para entender de qué estamos hablando. Regatear el precio no quiere decir pedir un descuento. Eso lo haría cualquiera. Bien Ahí recomienda siempre preguntar si hay descuento por pago en efectivo, por ejemplo. Hace poco me hicieron el 20% en un local de ropa sólo por haber preguntado. Si hubiese pecado de timorato, el descuento no hubiera llegado.

También se pueden emplear otras pequeñas tácticas (que ya se acercan un poco al regateo) como son pedir 'descuento por regalo de cumpleaños' o 'descuento por regalo de aniversario'. No importa si existe tal fecha onomástica o si se tiene pareja, son pequeñas mentiras que nos pueden llevar a pagar menos. Y no me vengan con que eso es de miserable o de avaro (mucho menos de judío avaro), porque todos estamos muy contentos cuando pagamos menos. Pero el regateo es mucho más que eso.

Puesta en escena
El momento del regateo nos obliga a poner en juego diferentes disciplinas, que debemos dominar: actuación, retórica y matemáticas son las tres principales. Debemos ser firmes, pero no agresivos. Ingeniosos, pero no soberbios. Pícaros, pero no sobradores. Convincentes, pero no insistentes.

Los mejores regateos en mi vida se los he visto a mi viejo y voy a contar dos, a modo de ejemplo. Estábamos en un negocio de un mercado de pulgas en París con mi vieja y mi hermana, que estaba encaprichada con unos zapatos, que se ve que estaban un poco caros.

Mi viejo (que no habla idiomas) intentaba a través de señas decirle cuánto estaba dispuesto a pagar, pero el vendedor no quería saber nada con el descuento. Así que, en castellano, nos dice a todos 'hagamos como que nos vamos'.

Entonces mi hermana se sacó los zapatos que tanto le gustaban, mi vieja agarró su cartera y todos enfilamos hacia la puerta. Cuando nos estábamos por ir, nos llamaron y se acordó el precio que quería mi viejo. Lección 1º: es clave el amague de abandonar la operación en caso de que no se oiga nuestro reclamo. Pero hay que llevarlo hasta las últimas consecuencias. El año pasado hice el amague en un negocio del Once y cuando ya estaba cruzando la puerta, me di cuenta que nadie me estaba diciendo 'bueno, vení, te hago el 10%'. Así que me tuve que ir, esa vez, derrotado.

El segundo regateo fue mucho más groso, porque llevó muchos rounds. El contrincante era la inmobiliaria a la que le compré mi casa, así que para mi era demasiado movilizante cada vez que mi viejo decía frases como 'esta es mi última oferta' o bien 'convengamos que la casa tiene como 100 años, que es oscura y que por algo está a la venta hace dos años y nadie la compra' (todas mentiras). Lección 2º: extremar el discurso, decir que se vio casi el mismo producto a menos precio, ser firme y amable al mismo tiempo es posible.

Todos aquellos negocios de servicios, que fijan el precio según el trabajo que tienen que hacer son ideales para regatear. Service de electrodomésticos, casas de marcos, costureras son lugares ideales para ir practicando para las grandes batallas. La semana pasada mandé a enmarcar una lámina e implementé un gran recurso que siempre hay que tener a mano, que es el silencio.

Cuando la mina me dijo el precio que prentendía por su trabajo, me quedé mudo, mirándola unos segundos a los ojos. Hay que sostener ese momento todo lo que se pueda. El paso siguiente es hacerse el pensativo y decir 'la verdad, es que tenía pensado gastar menos'. Y ahí hay que generar un nuevo silencio, para ver qué propuesta viene del otro lado. En esa casa de marcos, lógicamente, obtuve una nueva victoria, no tan amplia como esperaba, pero victoria al fin.

Además, regatear es divertido. Es jugar a hacerse el enojado, el preocupado y luego reentablar la relación con el vendedor cuando nos dicen un precio más bajo. Pero, cuidado, que el regateo no es para cualquiera. Si no se tienen las agallas suficientes, mejor no encarar esta misión, pagar lo que se pide y pedir que lo envuelvan para regalo.

Nota: no quiero dejar de mencionar a mi adorada Tía Eli como una regateadora profesional. Con ella compramos las telas en el Once con las que luego me hizo las cortinas (es costurera). En el highlight de la tarde, la vi amenazando al vendedor con hablar con el dueño, que supuestamente era conocido suyo, en caso de que no le bajara ese precio tan alto que le estaba pidiendo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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Extenze dijo...

A veces, tenemos la chance de terminar pagando menos, por ejemplo cuando hacen descuento por pago en efectivo. En general, esa chance no existe y se paga lo que nos piden.

Anónimo dijo...

Por experiencia, pagar en efectivo es la peor jugada que uno puede hacer. Todas las compras que hice en efectivo me terminaron pasando la factura en la próxima compra. Como ejemplo, compre muebles, en efectivo era una cosa y con tarjeta otra. Espere para que me los entreguen y quise hacer otra compra y ya el precio de los nuevos muebles era muy distinto (mas caro, por supuesto). Los vendedores de los comercios te "fichan" y terminas pagando la diferencia.
Otra. Voy a una casa de instrumentos musicales conocida y en la cual acostumbro a pagar en efectivo. Previamente había preguntado por teléfono el precio del producto (390$). Pregunto al vendedor el precio del mismo producto y me dice 490$ (todo porque ya me conocían que pagaba en efectivo). No lo compre y me fui a otra a comprar otro producto mas caro (pero mejor) al que no le cambian el precio.
Es verdad, los comercios te cobran lo que ellos quieren por mas efectivo que pagues. Y si te conocen que pagas en efectivo te cobran mucho mas de lo que salen los productos. No hay listas de precios y nadie controla, así que ganancia para ellos. Recomiendo averiguar precios primero por otra vía (Internet o telefónica) y comprar si no hay mucha diferencia con los publicados, o comprar en comercios que tengan sus precios a la vista.