Básicamente, me siento a ver sólo dos tipos de programas: de fútbol y de chimentos. El resto de las cosas que veo en la tele es pura casualidad. En los últimos meses, por suerte, volví a disfrutar con los programas de chimentos. Pese a mi fanatismo, hacía mucho que me venía sintiendo defraudado por ciclos como el de Rial y el de la Canosa y, mucho menos, con los de cable (el de Lucho Avilés, el de Angel Debrito, el de Monti) porque se la pasaban hablando de lo que pasaba en los programas de Tinelli
Tanto escándalo por un sueño terminó por matar la esencia de esos programas, que es contar intimidades de los famosos. La semana pasada seguí de cerca un affaire que implicaba a Neri Cardozo, jugador de Boca; hace dos semanas me entretuve con algo que pasó entre un gato que no conocía y otro flaco al que tampoco conocía, pero la puesta en escena era tan grosa que me quedé mirándola por un rato
Los programas de chimentos, cuando no se dedican a reproducir lo que pasa en 'Bailando por un sueño' o sus clones, despiertan mi asombro como nada: se pueden pasar horas hablando y discutiendo sobre, por ejemplo, si cierta persona es vedette o si ese rótulo le queda grande. O entrevistan a un recién divorciado y le preguntan si está triste
Como con ningún otro género, me quedo mirando bloques enteros sin tener la menor idea de quién están hablando. No me importa saberlo, me divierte el tono que utilizan, los recursos harto remanidos, como repetir una frase polémica que dijo un famoso o guardar en un sobre lacrado un secreto que, si sale a la luz, comprometerá al matrimonio de un famoso conductor
Personajes tan deformes como Polino, como Gómez Rinaldi y como Susana Fontana no hacen más que acentuar mi fanatismo por este tipo de TV chatarra, de la cual me voy despidiendo, porque me enteré que ya empieza el circo de Tinelli, que seguro que va a copar todos los bloques que tanto venía disfrutando
lunes, abril 14, 2008
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