Para aquellos que no lo saben, hoy el pueblo judío conmemora su Día del Perdón (Iom Kipur, en hebreo), una jornada que debe ser dedicada enteramente a la reflexión
En el Día del Perdón uno debe hacer el balance de su último año, aprender de los errores, resaltar (pero no mucho, porque nos gusta sufrir) los aciertos y, atenti, pedirle perdón a aquellas personas con las que tuvo algún tipo de actitud jodida. Todo esto debe ser hecho en ayunas, como para no dispersarse en temas menores como comer algo o tomar agua. Con la panza vacía, habrá pensado un rabino, se piensa mejor y así uno puede dedicarse de lleno al balance
Mi primer recuerdo con respecto a Iom Kipur me remite a la primaria. Estábamos en quinto grado y durante una clase nos aleccionaron groso sobre la importancia de pedirle perdón a quienes habíamos tratado mal. Terminó la clase y la culpa judía (que todos llevamos dentro y hay que aprender a manejar) me llevó a encarar a un compañero al que nunca soporté y había, efectivamente, maltratado varias veces
Lo encaré, con toda la vergüenza del mundo, le dije que me disculpara por las veces en que le había hablado mal y le dije que no lo iba a volver a hacer. Se ve que me daba tanta vergüenza la situación que no me expresé muy claramente, entonces él me preguntó '¿qué decís?'. 'No, nada', le dije aliviado, 'dejá'. Y me fui a disfrutar del recreo con la conciencia tranquila de habérselo dicho, por más de que él no lo hubiera escuchado
El segundo recuerdo que me vino es el de mi abuela llevando al templo unas empanaditas gloriosas en la cartera. La idea era que cuando terminaba la ceremonia (y con ella el Día del Perdón), uno rompía el ayuno insitu. Lo cierto es que yo nunca ayuné (recordemos que somos flacos, pero no somos boludos) pero jamás me privé de ir picando las empanaditas durante la ceremonia. No al pedo era el nieto preferido
También recordé cuando un amigo (que tampoco ayunaba) me contó que le untó el brazo de dulce de leche a su hermano, que sí ayunaba, y lógicamente no se lo podía limpiar comiéndolo
Por último, no quiero dejar de saludar a todos los trabajadores que durante la semana se acordaron de que son judíos y se pegaron un faltazo hoy. ¡Lo hacen tan bien! Si hay algo por lo que vale la pena ser judío son (en este orden) los regalos del Bar Mitzvah y faltar al trabajo en Año Nuevo y el Día del Perdón. Nunca falta un compañero siome que te dice '¡ustedes se prenden en todas! Faltás en año nuevo judío y también el 31 de diciembre'
jueves, octubre 13, 2005
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