lunes, agosto 01, 2005

Trebolense

El fin de semana lo pasé en El Trébol, un pueblo santafesino al que fui, principalmente, a un cumpleaños de 15 y, ya que estaba, a saludar a mucha gente querida.

Acá van algunas anotaciones de esos días
La llegada
Llegamos (fui con un grupo de 8 personas) a las 4 de la mañana. Impeorable horario para llegar a un pueblo. Los amigos que nos podían albergar estaban durmiendo, así que nos fuimos al centro a tomar algo. De los tres bares, dos estaban cerrados y 'Okey', que a esa hora ya no era confitería sino boliche, cerraba en una hora, por lo que no tenía mucho sentido entrar. Intentamos ir a otros lugares que también estaban cerrados (bar de la YPF, una panadería). Finalmente, nos encontramos con quien nos teníamos que encontrar, que nos dio la llave de su casa en construcción y nos instalamos ahí.

La bolsa de dormir
No tengo problemas en dormir en ningún lado, ni en cualquier condición. El viaje de ida (y también el de vuelta) lo dormí de punta a punta y sin despertarme más que para girar y seguir durmiendo. Tampoco se me dificultó dormir en la bolsa de dormir, lo que no quiere decir que me guste.

La bolsa de dormir te da cierta impunidad. Porque si bien uno se encuentra en un espacio común con más gente, es un lugar donde claramente puede hacer lo que quiera. Pero lo que no me gusta de la bolsa de dormir es que casi siempre paso calor y llega un momento en el que no sé si quiero seguir durmiendo o no, pero lo que es seguro es que ya quiero salir de ahí adentro.

Dulces 15
El sábado a la noche tuvimos la fiesta de 15. Fue muy grosa. Había más de 250 invitados (un altísimo porcentaje eran nenes) y la modalidad era 'piña a la canasta'. ¿Qué quiere decir esto? Que cada uno llevaba a la fiesta lo que iba a comer. Creo que la familia organizadora invitaba la bebida, pero nosotros para no quedar mal llevamos una damajuana (por cierto, otra damajuana se nos rompió en los fichines del pueblo, haciendo estallar el Bochornómetro).

La música tropical, en todas sus variantes, fue la banda de sonido de la noche. Y debo decir que me sentí muy a gusto. Los bloques de cumbia colombiana y santafesina fueron mis preferidos. El peor, lógicamente, fue el de cumbia villera. Bailé bastante, pero también me dediqué a analizar algunos pasos muy copados que algunos hacían cuando bailaban de a dos.

El DJ era El Richi, que es la celebridad del lugar en la radio. Polémico, picaflor, amado y odiado, El Richi también hizo las veces de locutor en las velas de la homenajeada. Lo que me llamó la atención fue que leía los textos en primera persona, como si fuera la voz de la conciencia de la agasajada. También me impactó que la última vela se la dedicara a todos sus familiares muertos. Una falta de timming total para la fiesta, la lista de hermanos, tíos y abuelos que nos saludaban desde arriba nos dejó a todos muy tristes.

Miedo
Casi todos los adultos con los que hablé, le tienen miedo a Buenos Aires. Piensan que te roban apenas ponés un pie en la calle y que se vive a un ritmo insalubre. De los que vinieron, ninguno quiere volver. A veces me encuentro justificando a la ciudad con frases como 'si sabés por dónde caminar, no hay problemas'. Pero en seguida me doy cuenta que no vale la pena y prefiero escuchar lo que me cuentan.

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