Llegué tarde y me fui temprano. Ese podría ser el resumen de mi regreso a la facultad, tras un cuatrimestre sabático. Llegué 20 minutos tarde porque, ya me di cuenta, las clases siempre empiezan tarde. Y más tarde aún empiezan las primeras clases
Cuando llegué, los alumnos estaban contando qué otras materias estaban cursando, dato que no terminé de entender qué interés le podría despertar al docente. Cuando me tocó a mi, conté que era la única materia que estaba haciedo y el profesor me preguntó por qué. 'Porque no tengo más tiempo', dije, casi indignado. 'Ah, pensé que quizás te estabas por recibir o algo así', dijo él. En ese momento me quedó claro que resaltaba un poco más de lo que creía entre jóvenes de 20 años
El resto del tiempo se fue en formalidades: horarios, modo de parciales (¡el segundo será un coloquio!) y ese tipo de cosas. Cuando el profesor pretendió dividirnos en grupos para que compartiéramos nuestras expectativas con respecto a la materia, decidí que ya había escuchado suficiente por el día de hoy y que lo mejor que podía hacer era irme temprano, aprovechando que el docente había salido del aula (supongo que a fumar). Por un momento temí que el docente pensara que me estaba escapando, pero después me acordé de que estaba en la UBA y que, probablemente, nadie registrará mi ausencia
lunes, marzo 17, 2008
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