Estoy reformulando mi relación con el fútbol. Estoy cada vez más futbolero, mirando montones de partidos, pero cada vez menos fana de River. Debe ser porque ya me di cuenta de que los clubes grandes tienen demasiado a favor y eso me aburrió un poco. También debe tener que ver que hace unos años que no me identifico mucho con su juego. Todo lo contrario me pasaba cuando era chico: era un fana descerebrado de River. Tenía pegados los posters del campeón del 86, El Gráfico llegaba puntualmente todos los martes a mi casa (y, en ocasiones especiales, salía a comprarlo el lunes a la noche), escuchaba todos los partidos por radio, gritaba los goles a todo pulmón, iba a la cancha seguido, me enojaba, sufría, gozaba por River
Entre mis 10 y 12 años creo que pasé por mi etapa más cabulera, vaya uno a saber por qué. Tal vez, porque no tenía mucho más para hacer y ese tipo de ritual me ayudaba a combatir el aburrimiento. Para darle un contexto un poco más concreto a esas tardes de domingo, cabe resaltar que a finales de los 80, había unos poquísimos programas de fútbol por tele ('Fútbol de primera' y alguno más, tipo 'Polémica en el fútbol', pero cuando era chico no lo terminaba de entender), no había canales de cable que contaran las noticias deportivas, ni la cobertura en los diarios era tan extensa (el suplemento deportivo salía sólo los lunes). Sin haber terminado la primaria, desarrollé una serie de cábalas, que iba alternando, según la ocasión
Por ejemplo, si River jugaba una noche de semana por el campeonato o por la Copa Libertadores (en esa época, no había otra copa. La Supercopa recién apareció en el 88 y la Mercosur (¡o la Merconorte!), Conmebol, Sudamericana fueron inventos de los 90 o del nuevo siglo) tenía la costumbre de pegarme un baño al comienzo del segundo tiempo, mientras seguía escuchando el partido. Me acuerdo de que empecé a sospechar de la efectividad de esa cábala cuando Jorge Comas, de Boca, le hizo un gol olímpico a River. 'No fue córner, pero sí golazo', recuerdo haber escuchado que decía Víctor Hugo, mientras yo estaba bajo la ducha
Si River jugaba el domingo a la tarde (todos los partidos se jugaban los domingos a la misma hora, salvo el adelantado, que se disputaba el viernes), yo me sentaba en el balcón de la casa de mis viejos y regaba las plantas, unos minutos antes del match,
Cuando River no estaba pudiendo con su rival y ya faltaban pocos minutos para el pitazo final, abandonaba el relato de Radio Continental y sintonizaba Mitre, que seguía la campaña de Boca, para enterarme a través de los periodistas bosteros del gol de mi equipo. Cuando esa cábala funcionaba, el placer era doble. A su vez, si quería que Boca perdiera, también ponía a Caldiero o a Fantino. Me causaba mucho placer escuchar a los relatores de esa radio gritando, apenitas, los goles de sus rivales o dando a conocer lo que eran buenas noticias para River
Ya de adolescente, en plena paternidad noventera de Boca sobre River, en algunos clásicos probé suerte con una cábala por demás ridícula: intentaba aislarme del mundo durante todo el domingo, no escuchaba el partido, no veía tele, no hablaba con casi nadie para ver el resumen a la noche en 'Fútbol de Primera', como si fuera en vivo. Claro que semejante misión era demasiado complicada (aún más teniendo un cuñado y varios amigos muy bosterix) y jamás surtió efecto
Como casi cualquier hincha que haya escuchado algún partido por radio, también he apelado a recursos más bajos o desesperados, como bajar el volumen o apagar la radio cuando el rival tenía un penal a favor o alguna ocasión muy clara de gol. Luego de esperar unos segundos, volvía a prenderla o a subir el volumen para verificar si le había traido buena suerte a mi equipo. Lo peor que me podía pasar en esos casos era escuchar la O alargada del gol ajeno y sentir que ya no había manera de ayudar a la causa
lunes, marzo 10, 2008
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