En el preciso momento en que el joven argentino está pegando el estirón (entre los 12 y los 16 años) es cuando más crecen sus probabilidades de ser robado en la vía pública. Conozco a una infinidad de personas que tuvieron que volver a sus casas sin las zapatillas, relojes o billeteras. Acá, 3 anécdotas de robos que viví a esa edad (en realidad, una no fue a esa edad, pero no seamos dogmáticos):
Escape: tenía 13 años y debía medir menos de un metro y medio. Volvía de la escuela y me acuerdo que dos flacos iban caminando delante mío. Uno de ellos tenía un buzo de los Rolling Stones atado a la cintura. Me preguntaron cuál era la plaza Guadalupe. Les dije que estaban a dos cuadras. Pocos pasos después, uno se avalanzó sobre mi e intentó agarrarme del brazo. Aproveché mi diminuto tamaño y salí corriendo, mientras el flaco no me soltaba. Pasé entre dos autos estacionados y él quedó atorado. 'Dejalo', le gritó el compañero. Yo seguí corriendo hasta mi casa. Fue el último día que usé reloj de muñeca
Entre varios: con un viejo amigo fuimos a ver River - Independiente, por Copa Libertadores. River ganó 2 a 1, Berti hizo un gol y nos fuimos muy contentos de la cancha. En Juramento, a dos cuadras de Libertador, nos encontramos con varios hinchas de Independiente, que no compartían nuestro estado de ánimo. Se nos acercaron. Mi amigo se alejó unos pasos. Yo quedé inmovilizado. Me rodearon entre, ponele, ocho. Me afanaron el buzo (era de mi cuñado), la camiseta de River (¡malditos! Era una muy linda, sin propaganda) y unas Topper blancas. Me revisaron todos los bolsillos, pero no encontraron plata, porque no tenía. Eran como los limpiadores de los autos, que trabajan rápido y en equipo, pero la diferencia es que ellos estaban al servicio del mal. Un flaco que atendía una frutería en la calle de enfrente vio todo el episodio y, cuando se alejaron los malvivientes, nos albergó un rato, hasta que se nos pasó el susto. A mi amigo no le robaron nada. Yo quedé en cuero y vistiendo un ridículo enterito que tenía por entonces y que me iba bastante grande
Repetitivo: creo que ya conté esta anécdota pero, ante la duda, voy de nuevo. Era verano y me había mudado hacía poco a mi casa. Volvía completamente borracho y en cuero de una fiesta. En esa época, todavía no sabía chiflar, pero lo intentaba. Caminé varias cuadras pensando que estaba chiflando. A la vuelta de mi casa, me paró un flaco, sacó una billetera, me mostró una credencial que no llegué a ver y me dijo que era policía. Me preguntó de dónde venía y le conté que venía de una fiesta. Señaló que estaba borracho y yo no puse demasiado empeño en contradecirlo. Me preguntó si me había drogado y le dije que no. El se interesó en requisarme y me pidió mi billetera. Vestía una campera de Rosario Central. Le dije que en Almagro estaba todo bien con Central. El sugirió que no me hiciera el piola y volvió a pedirme la billetera para revisar si tenía droga. Se la di. No encontró droga. '¿Cómo vamos a arreglar esto?', preguntó. '¿Cómo vamos a arreglar qué si no hice nada?', le pregunté yo. Volvió a pedirme que no me hiciera el piola ('el gato', dirían en 'Policías en acción') y me advirtió que podía abrirme una causa por haberlo mirado mal y por estar borracho en la vía pública. Además, remarcó que un compañero suyo estaba a la vuelta y la causa la podían inventar en dos segundos. Insistí con mi argumento de que no había hecho nada, pero sin mucho convencimiento. 'En la billetera tenés un billete de 20. ¿Dónde vivís? ¿Cuánto necesitás para volver?', preguntó, curioso y solidario. 'Vivo en Wilde y necesito 10 pesos. Vayamos al kiosco de diarios de la esquina a pedirle cambio', sugerí. Caminamos dos pasos. 'Flaco, no rompás las bolas. Dame los 20, agarrá estos 3 y volvete como puedas'. Acepté el trato velozmente. En el camino a mi casa me di cuenta de que no era policía. Vomité en cuanto llegué y me fui a dormir
jueves, agosto 30, 2007
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
la verdad que con ladrones como esos hasta da gusto ser robado!
Publicar un comentario