jueves, julio 19, 2007

Sobre la génesis de Bien Ahí (parte IV)

Hace cuatro años, en Hecho en Bs. As. (donde colaboro desde que la revista cumplió un año) teníamos una sección que se llamaba 'Mi XX preferida'. En esa sección los redactores podíamos hablar de nuestro colectivo preferido, nuestra estación del año preferida, lo que fuera. Yo decidí escribir sobre mi remera preferida. Cuando escribí ese texto, que pueden leer acá abajo, me di cuenta de que tenía muchas cosas para decir sobre mi vida cotidiana, pero la verdad es que no me animaba a hacerlo ni se me ocurría dónde publicarlas. Por entonces, no tenía la menor idea de lo que era un blog

Por cierto, el texto quedó inédito y recién ahora lo doy a conocer:
A lo largo de todo el año (todos los años) la posibilidad de irme de vacaciones funciona como la zanahoria que me hace salir de la cama todos los días (todos los años) para ir a trabajar. Las vacaciones son ese espacio que uno pretende manejar con otro ritmo, con otra cara. Ya no hace falta levantarse apurado, compartir momentos con gente a la que uno no conoce, ni acostarse temprano. Por el contrario, las vacaciones suelen ser dos semanas en las que pretendo alejarme de todo compromiso u obligación para dedicarme a ser quien creo ser

En los días en los que estoy de vacaciones intento que no haya reglas demasiado firmes ni concretas, solamente mantengo dos premisas: comer lo que se me ocurra a cualquier hora y vestirme de la manera más caprichosa. Así, he pasado semanas enteras vistiendo solamente camisetas de equipos de fútbol, malla y ojotas. En las ocasiones en que viajé a alguna ciudad que tuviera un casino, también procuré llevar una camisa de cuello ancho como para sentirme protagonista de una película de Martin Scorsese, mientras mis 20 pesos se iban esfumando en fichas de a un peso

Entre mi habitual vestuario veraniego se destaca una prenda, una remera. No es la más nueva ni la más colorida. Tampoco guarda alguna anécdota romántica ni tiene una inscripción que denote alguna tendencia política. Simplemente, es la remera que elegí para ir a la playa. Así como todos tenemos ropas que elegimos para ir a trabajar o para salir, yo elijo una puntualmente para ir a la playa

Mi remera preferida guarda el olor tan particular (y pegajoso) que se forma entre la fragancia del protector solar y la sal del mar. Ese aroma es la conjunción entre el antes y el después del chapuzón. Afortunadamente, no es una tarea sencilla lograr que ese olor se despegue de la remera. Cada vez que me la vuelvo a poner, ya en la ciudad, vuelvo a disfrutar del olor del protector solar y de la sal. Y siento que estoy de vacaciones nuevamente, aunque sea durante ese segundo en el que la remera baja por la cabeza, se atora un poco en mi nariz, desprende su fragancia y llega al cuello

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