Periodistas, dirigentes, sociólogos, ex jugadores, futbolistas en actividad: todos tienen su teoría sobre la violencia en el fútbol. Algunos culpan a los barras, otros a los directivos, otros a la AFA. Todos tienen algo de razón. Lo que sabemos todos aquellos que jugamos alguna vez a la pelota es que es una disciplina ideal para calentarse y para descargar las angustias que uno acarrea en otros escenarios. Acá van tres anécdotas violentas que viví en el fútbol, en mi amplia y exitosa carrera
1) En un laburo se armó un torneo interno para definir qué equipo iba a representar a la empresa en un campeonato. Cada área, como suele suceder, armó su equipo. No está de más aclarar que mi team estaba formado por excelentes personas y adorables amigos, pero que no se distinguían por su pasión hacia el fútbol. Eramos candidatos a salir últimos y así fue. Pero vendimos cara nuestra derrota. No casualmente, en el partido contra los marketineros dejé todo mi orgullo en la cancha porque no podía soportar perder contra esos indeseables de cama solar. Fui al piso, los corrí a todos y hasta hice la jugada del gol del empate transitorio. A uno lo fui a trabar con tanta vehemencia que lo saqué de la cancha. Eso hizo enojar a un compañero suyo que me quiso pegar y por suerte no lo logró, porque era bastante grandote
2) En un torneo de Fútbol 7 un compañero recibió un foul bastante importante. Como corresponde, le pedí al referi que cobrara. A los pocos segundos el que cobró fui yo. De la nada, apareció un gordo que me pegó una trompada en el oído. Al principio, no me di cuenta de que me había fajado. Sospeché que algo fuera de lo común había pasado, pero no entendía muy bien qué era, hasta que me empezó a zumbar un oído y ahí todo me empezó a cerrar
Mi amigo Ale quiso defenderme, recibió un manotazo en un ojo que le hizo perder una lente de contacto. Resultado: nos ganaron, yo cobré y él perdió una lente. Cuando nos fuimos, volví a ver a mi verdugo, que seguía enojado. De lejos, lo puteé durante unos cuantos segundos y lo invité a pelear en ese momento, sabiendo que los amigos lo iban a frenar. Por suerte, mis cálculos fueron exitosos y ellos impidieron un segundo round. No tengo dudas de que ese flaco era capaz de matarme con una mano atada
3) En un torneo de cancha de 11 un tipo se paró atrás de nuestro arquero y lo estuvo puteando durante un rato largo, nunca nadie supo exactamente porqué. Agotado del maltrato, nuestro técnico se acercó al tipo y le explicó: 'si lo puteás una vez más, te voy a tener que pegar'. Lógicamente, a los pocos segundos lo volvió a putear al arquero, mi DT le tiró una trompada, que llegó a destino sin escalas. Jamás supimos porqué lo había puteado tan insistentemente a nuestro goalkeeper, pero tuvo su merecido
domingo, julio 15, 2007
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