viernes, mayo 05, 2006

Claraboya

Ya sé que conté esta anécdota alguna vez. Pero no me importa repetirla porque, como dice Mirtha, el público se renueva. Aparte, ayer la recordé en un asado y volví a tomar conciencia de lo grosa que es

Tenía 20 años y ya tenía ganas de aprender a manejar. El Bólido muchas veces se quedaba en el garage mientras yo salía a pie y eso me daba mucha bronca. Más bronca me daba cuando mis viejos se iban de vacaciones y yo no usaba el auto, simplemente porque no sabía. Así que me decidí y empecé a tomar clases con mi viejo

Todos los sábados íbamos a la Costanera Sur y dábamos vueltas por ahí. El plan era muy simple: ir derecho por toda la costanera, retomar en la rotonda y hacer el camino inverso. En esa época, la zona no estaba reconstruida, no se había edificado el Faena Hotel ni había tantos pendejos dando vueltas como ahora. Lo más adrenalínico llegaba cuando mi viejo me debaja manejar de regreso hasta casa. Una vez se me quedó el auto a una cuadra de mi casa y una pendeja que estaba cruzando la calle le dijo a su amiga 'está aprendiendo a manejar'. Me dio bastante vergüenza, pero cuando estás aprendiendo a manejar, el auto hace un poco lo que quiere y eso el resto lo nota

Luego de algunos meses de escuchar los problemas conyugales que mi viejo me contaba mientras manejábamos (nunca estuve tan al tanto de la intimidad de mis viejos como en esa época) y de haber ido a una agencia a tomar unas clases para aprender a estacionar, ya estaba listo para dar el examen. En esa época me traumaba mucho antes de dar una examen, tenía un complejo de inferioridad bastante grande y me ponía muy nervioso

Sin embargo, esa vez estaba tranquilo. Sabía manejar bastante bien y estacionaba mejor que mi viejo, que al volante es lo más parecido a Mr. Magoo. El problema llegó en el examen teórico, que todo el mundo me había dicho que era una boludez, así que no había estudiado un carajo. Nos hicieron pasar a varios al frente y a cada uno le iban preguntando cuatro señales de tránsito. Adelante mío había tres personas, así que rápidamente me fijé qué señales me iban a preguntar a mi

No es que no las sabía, sino que sentía que esas señales no las había visto nunca en la vida. Cuando me preguntaron la primera (que es la que ilustra este post) tomé coraje y dije lo primero que se me pasó por la cabeza: 'claraboya', arriesgué

Nunca supe porqué dije claraboya, ni qué mecanismo de asociación libre me hizo pensar que la claraboya tenía algo que ver con el tránsito. Me hicieron algunas preguntas más, que respondí con mejor suerte. Pero mi destino ya estaba sellado. En lugar de mandarme a la prueba escrita, me derivaron a un cuarto que estaba al lado. A los pocos minutos, ya estaba en la calle, comprando un churrito a un vendedor que andaba por ahí con una canasta. Ni siquiera me bocharon arriba del auto, no llegué ni a estacionar. Me dijeron que debía pasar un mes para volver a intentarlo. Yo dejé que pasara un año y recién ahí tomé el coraje suficiente para volver a aprenderme las señales de tránsito

Nota: algún día contaré sobre el profe de la academia de manejo, que un día, mientras me enseñaba a estacionar, me contó que con el alumno anterior habían estado tomando merca en el auto

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