Uno tiene una entrevista de trabajo. Se arregla. Se pone su uniforme de entrevista de trabajo (en mi caso, una camisa gris a cuadros y un pantalón negro). Lleva su CV. Intenta adivinar qué le van a perguntar. Hace algún papelón. Responde a todo lo que le preguntan con forzada simpatía. Todo va por los carriles normales. A la semana lo vuelven a llamar. Se pone otra ropa, que costó un poco más elegir. Tiene otra entrevista. Intenta no repetir el papelón ni los chistes. Le cuentan las tareas que tendría a cargo. Y uno empieza a imaginarse laburando en esa oficina. Y, automáticamente, surgen las preguntas
Pese al entusiasmo inicial, en el camino aparecieron algunas dudas sobre si ese será el laburo ideal (¡como si eso existiera!). O también puede aparecer el eterno miedo a que el horario de trabajo no se cumpla y termine extendiéndose demasiado todos los días. En esos momentos de incertidumbre, uno es capaz de agarrarse de cualquier cosa con tal de tomar la decisión de una buena vez
Acá van una serie de trampas que aconsejamos no tomar en cuenta a la hora de elegir un trabajo:
1) Se puede ir vestido de cualquier forma: a esta altura de la humanidad, ya no debería ser un punto a favor no tener que ir de traje y corbata o con ropa demasiado formal. Si bien somos varios los que tenemos el miedo de que nos digan cómo vestirnos (y no nos permitan mostrar nuestra elegancia natural), también es cierto que la ropa más formal queda para los ejecutivos (y no creo que haya demasiados ejecutivos leyendo Bien Ahí, sinceramente) o para profesiones donde ese tipo de ropa es casi la única aceptada (como los estudios de abogados)
2) Dejan usar el msn: la utilización de mensajeros pareciera ser una ventana hacia el mundo exterior. No nos sentiremos muy solos en esa oficina si los mensajeros están a mano. Siempre podremos recurrir a nuestros amigos online para que nos salven del embole
Sin embargo, queridos incautos, les digo que esa puede ser una trampa caza nabos. Yo he tenido jefes (que, inclusive, vivían en otros países) que me taladraban la cabeza dándome órdenes a través del mensajero. Además, puede ser una herramienta ideal para que sepan si estás en tu lugar de trabajo o si te fuiste a la mierda. Recuerdo que una vez me fui una hora antes del laburo y dejé el mensajero en 'Ausente'. Por suerte, nadie se dio cuenta
3) Voy a poder trabajar de lo mío: muchas veces, uno cambia de laburo porque piensa que en su nuevo empleo podrá acercarse un poco más a su profesión. Esto es muy probable que se dé en muchos casos. Pero también hay muchas chances de que el interés de la empresa termine deformando nuestra vocación
4) Respetan el horario: seamos sinceros: en ningún laburo el horario es decidido por el empleado. Si hace falta quedarse hasta la hora que sea para lograr la meta fijada por el jefe, así se hará. Y el rebelde que se vaya antes, deberá soportar, primero, la lección del amo y, luego, las miradas de los compañeros que quedan a bordo del Titanic. Ojo, eso no quita que buena parte del año salgamos a horario. Pero no nos sorprendamos si volvemos a casa tres horas después de lo acordado más de una vez por mes
5) Las minas (o los chicos) están fuertes: lo primero que uno hace cuando llega a un laburo nuevo es contar cuánta gente apetecible hay en esa oficina. El coqueteo siempre es buen compañero. Y si no hay coqueteo, por lo menos que haya gente para mirar. Pero déjenme decirles que ese también puede ser un mecanismo de cazar giles. Al cuarto mes que estás insatisfecho con tu trabajo, por más que alrededor tengas a un millón de ricas, nadie te quitará la angustia. Es más, no vas a tener el ánimo para encararlas, ni siquiera para ganar su simpatía
jueves, mayo 17, 2007
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