Un cartel de una obra en construcción (del que ya hablé otras veces), varios vasos, una pinza para agarrar hielos, afiches de la calle (de los que también hablé hace poco), postales gratuitas: son muchísimos los elementos que me he llevado borracho de algún lado y que me sorprenden al día siguiente cuando los veo. Sin embargo, creo que ayer batí mi propio récord
Hoy en el living de mi casa encontré un barrenador de tergopol que, ahora recuerdo, me hizo grata compañía anoche. Lo encontramos con un amigo mientras íbamos a una fiesta. En realidad, lo encontró él y me preguntó si me animaba a llevarlo. ¡Qué pregunta! Apenas me lo dio, sentí que estaba saldando una deuda. Me emocionó tener barrenador de una buena vez en mi vida. No sé porqué mis viejos nunca me compraron uno cuando era chico. Quizás pensaban que barrenar era un deporte de riesto. Lo cierto es que entré al cumpleaños con el barrenador en la mano y su soga enroscada en la muñeca, como si estuviera por meterme al mar
La cumpleañera era una compañera de percusión a la que conozco muy poco. Estoy casi seguro que ninguno de mis compañeros que estaban ahí sabían mi nombre. Sin embargo, quedaron encantados con el barrenador. Me preguntaron porqué lo tenía y no supe explicar demasiado. Hoy lo encontré en el living y creo que me puede servir como mesita, cuando quiera comer en la cama
Aclaración: la imagen es de carácter ilustrativo. Mi nuevo barrenador es el más simplón del mundo, sin dibujos ni nada
domingo, abril 29, 2007
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