lunes, enero 18, 2010

Costó encontrar el libro del verano pero llegó

Mi prima Dolly me regaló 'El viento de la Luna', de Antonio Muñoz Molina, para mi cumple del año pasado. Lo empecé a leer en el viaje pero, luego de intentarlo varias veces, el libro no me terminaba de enganchar. Había partes que las disfrutaba un montón pero también párrafos enteros sin un solo punto y eso no me terminaba de gustar. Además, no sé por qué, me costaba engancharme con una historia que sucedía en la España de Franco el mismo año en que el hombre llegaba a la luna. Cuando llegué a la página 100 noté que llevaba casi tres meses forzándome a leerlo, así que lo dejé por 'Suave es la noche', de Scott Fitzgerald. Este libro empezó bien pero, esta vez más rápidamente, noté cuál era el problema que estaba teniendo: quería leer algo que sucediera en mi ciudad. Así fue como agarré 'Diario de la guerra del cerdo', de Adolfo Bioy Casares. Luego de leer pocas líneas, sentía como si estuviera en casa. Qué filoso es Bioy. Les dejo dos párrafos que leí anoche, antes de dormirme, y que me indicaron que había dado con el libro indicado para este momento:
1) Vidal acudió al consultorio esa tarde. Restregándose las manos, el dentista le explicó que a cierta edad las encías, como si fueran de barro, se ablandan por dentro y que felizmente ahora la ciencia dispone de un remedio práctico: la extirpación de toda la dentadura y su reemplazo por otra más apropiada. Tras mencionar una suma global, procedió el hombre a la paciente carnicería; por fin, sobre carne tumefacta, asentó muelas y dientes y dijo:
- Puede cerrar la boca

2) Los muchachos armaron, como todas las noches, la mesa de truco, en ese café de Canning, frente a la plaza Las Heras. El término muchachos, empleado por ellos, no supone un complicado y subconsciente propósito de pasar por jóvenes, como asegura Isidorito, el hijo de Vidal, sino que obedece a la casualidad de que alguna vez lo fueron y que entonces justificadamente se designaban de ese modo. Isidorito, que no opina sin consultar a una doctora, sacude la cabeza, prefiere no discutir, como si su padre se debatiera en su propia argumentación especiosa. En cuanto a no discutir, Vidal le da la razón. Hablando nadie se entiende. Nos entendemos a favor o en contra, como manadas de perros que atacan o repelen un circunstancial enemigo. Por ejemplo, todos ellos -Vidal se cuidaba de decir los muchachos, cuando se acordaba- en la mesa de truco mataban el tiempo, la pasaban bien, no porque se entendieran o congeniaran particularmente, sino por obra y gracia de la costumbre. Estaban acostumbrados a la hora, al lugar, al fernet, a los naipes, a las caras, al paño y al color de la ropa, de manera que todo sobresalto quedaba eliminado para el grupo

6 comentarios:

Sil dijo...

Cuando termines ese, si querés te paso "Descanso de caminantes". Es una colección de sus diarios y uno de esos libros que duele terminar porque querés que sigan para siempre. Además cuenta muchos chismes.

DaBoquet dijo...

Después mirate la peli, un clásico Argentino también.

jose dijo...

Sil: dale, me interesa todo lo que tenga chismes

DaniB: no sabía que tenía una peli

valerialaura dijo...

hace bastante tiempo nos mandamos con unos amigos por la feria del libro. Ahí estaba Bioy, sentadito firmando libros, y la casualidad de estar leyendo este libro y llevarlo conmigo en la mochila a todos lados, hizo que terminara con mi copia firmada con lapicera fuente...lindo recuerdo...

Rocío Ricci dijo...

Tenés que leer también "Dormir al sol", te va a encantar. Y creo que también tiene su peli...

Pancho Rodríguez dijo...

José, yo diría que lo mejor del amiguito para leer ahora (en tu ciudad y en febrero) es El sueño de los Héroes. Después de eso dan ganas de salir de farra por "tres días locos".
¿Decíme qué harías si ganas en los burros días antes de carnaval, guardarlo o salir de farra con tus amigos?
(¿Ese no era el plan de Gastón Trezeguet si ganaba gran hermano?)