martes, febrero 19, 2008

Argentinísima

El vuelo de regreso debía salir a las 15.30, desde Madrid. A las 13 anunciaron que iba a haber una demora de dos horas y nos invitaron a almorzar. La maratón de argentinos en búsqueda de alimento fue sólo el preámbulo de las horas de pesadilla que vendrían. En la cola estaba un flaco con la camiseta de Argentina del 86 con el 10 estampado en la espalda, gente de distintas provincias que se preocupaba por las combinaciones de vuelos, turistas que se empezaban a empapar de argentinidad y cientos de personas más. Eramos más de 300, así que imaginen el cuadro. Mientras almorzábamos, por los parlantes anunciaron que el vuelo iba a salir, pero ocho horas después, a eso de las 23 y, esta vez, nos invitaban a pasar un rato en un hotel

La indignación popular era similar a la de los ahorristas, siete años atrás. Mientras una señora recordaba que no teníamos por qué enojarnos con el único empleado de Aerolíneas que apareció, otra llamaba a su agencia de viajes y los acusaba de estafadores. Al lado mío, dos argentinos, que habían estado trabajando durante los últimos años en España, intercambiaban anécdotas: los dos laburaron en gastronomía y acordaron que los hombres de ese país nos odian, pero que 'con las minas está todo bien'. Yo no terminaba de entender todo lo que pasaba, quería escuchar todas las voces a la vez, saber todas las historias y, paradójicamente, quería alejarme de todos. Lo mejor hubiera sido ser invisible, así podría haber chusmeado un rato y haberme ido cuando hubiese estado satisfecho

El viaje en micro al hotel duró poco menos de 10 minutos, pero fueron suficientes para escuchar distintos estilos de humor argentino: ácido, irónico, gritón, hubo para todos los gustos. En el hall del hotel, que era publicitado como el más grande de España, había un auto intervenido, que pretendía ser una obra de arte. 'Dalí se murió, pero otros siguieron con las pelotudeces', analizó uno con tono inconfundiblemente porteño. Luego de otra cola, me dieron la habitación 2324

La pieza tenía la cama más grande en la que estuve en mi vida, un escritorio muy pituco, muchas toallas y un baño bien equipado. Miré la tele un rato, leí dos diarios, me bañé, hablé por teléfono con mi vieja para contarle las novedades, (Aerolíneas te permitía un llamado de no más de 3 minutos) y miré un poco más de tele. En España siguen dando programas al estilo 'Moria y vos' o el de Cristina. Me enteré del caso de un hombre que había estafado a su ex y se peleaban en cámara. También había canales alemanes, coreanos y de algún lugar de Medio Oriente. Hubiese seguido mirando la tele si no hubiese tenido que bajar a las 20 al hall, para volver al aeropuerto

El micro de regreso al aeropuerto fue más tranquilo. Se dio un encuentro emotivo entre un flaco que estaba viviendo en España y una mina que era amiga de su hermana. Una vez que pasamos migraciones, el problema se dio en la puerta de embarque. Junto a nuestro vuelo, estaban los pasajeros del vuelo hacia Buenos Aires que debería haber salido a la mañana, pero tambièn estaban demorados. Luego de muchos gritos, de que no apareciera nadie de la aerolínea y de algunos empujones, se informó que el vuelo que iba a salir iba a ser el mío. Los pasajeros del otro vuelo debían volver al hotel y saldrían al día siguiente, al mediodía

No faltaron los gritos, las amenazas, los amagues de una sentada. Un español que viajaba junto a su novio, se indignó y rompió una máquina. Una inglesa lo retó y le dijo que eso no servía para nada. Una mendocina amenazaba a alguien de Aerolíneas diciéndole que 'hay mucha gente dispuesta a romper todo'. Por el micrófono, alguien dijo que había que formar dos filas para empezar a embarcar. Nadie le hizo caso y se formó una especie de scrum. Un español, de unos 40 años, canoso, con aritos y una rasta, dijo que no entendía por qué los argentinos no podíamos cumplir con lo que nos decían por micrófono. 'Aquí, en España, estamos acostumbrados a cumplir las normas'. Ese fue el comentario que me despertó más violencia en toda la jornada

Una hora después, más o menos, entramos al avión. Las dos filas delante mío estaban ocupados por una pareja de religiosos judíos, que debían tener, como mucho, 35 años y ya tenían 5 hijos. El vuelo fue más o menos normal, con turbulencias, bastante mala onda de parte de la tripulación, dos películas de las que no vi ni un segundo y un desayuno que incluyó un sánguche (ni siquiera alcanzaba la categoría de 'sandwich') en pan lactal. Supongo que sólo en Aerolíneas sirven pan lactal. Cuando el avión aterrizó, aparecieron los aplausos a los que alguna vez me gustaría sumarme, pero todavía me da no sé qué y así culminó el baldazo de argentinidad que tuve luego de tanto glamour europeo

2 comentarios:

Juan dijo...

Los aeropuertos deben ser un mal necesario como para que uno no se deprima tanto por no poder vivir viajando.

Leerte me trajo un horrible deja vú de mi vuelo por AirMadrid en el cual luego de 6 horas de demora tuve el gusto de compartir asiento con un masculino de ya varias décadas que vayase a saber porque motivo del señor decidió que era importante contarme sobre su cirugía de hemorroides y la posterior rehabilitación.

El viajar es un placer.

jose dijo...

Pobre tipo y pobre vos!