Ya venía pensando en postear algo sobre las fiestas de fin de año en el trabajo, pero este excelente post del Gran Kill Mill me dio el empujón que necesitaba
Si hay algo que me quitó el teletrabajo, además del aguinaldo, es la fiesta de fin de año de la empresa. No es algo que extrañe particularmente, ni que añore con melancolía, pero sí creo que es una situación que tiene características dignas de ser tenidas en cuenta. Por ejemplo, es el único momento del año en el que toda empresa se acerca, por única vez, a un momento democrático
Por un rato, en un contexto que no es el habitual, todos están a la misma altura. O al menos eso parece, porque hay diferencias que nunca se pueden acercar. Pero en la fiesta de fin de año uno puede tener a su lado a gente (jefes, secretarias, compañeros, desconocidos) a la que nunca ve y que quizás odia. O desea. O no conoce. O que piensa que se puede hacer amigo. Y con cada uno, puede acercarse de un modo particular
He aprovechado el pogo de una fiesta laboral para fajar a uno que odiaba. ¿Cobardía? Puede ser, pero la justicia llega, aunque a veces tarde demasiado. He conocido gente a la que nunca le había hablado y, entre copas, he pensado '¿cómo no conocí a este fenómeno antes? Es un fenónemeno'. Claro que quizás nunca lo volví a ver o a hablar, pero no importa, en el momento lo abracé y charlamos. Y al día siguiente nos saludamos con especial sentimiento de cofradía
Las fiestas de las empresas se manejan en un marco de absoluta impunidad. He visto a un ex compañero (habitual lector de este blog) pedirle aumento al dueño de la empresa con un vaso de vodka en la mano, pese a que estaba laburando hacía dos semanas. Más de un galán de oficina aprovecha la ocasión para dar el zarpazo final o para intentar enganchar algo. En esos eventos, gracias al efecto del alcohol, se siente una vibración especial, no siempre positiva, que puede desembocar en pequeños suicidios sociales o, también, en victorias
El día después
La fiesta laboral no termina cuando cada uno se va de ella, sino que hay que atravesar el Día Después, que es de lo peor. Aquellos que tienen alma de preceptores se hacen una panzada en el Día Después: cargan al borracho, burlan a aquel que intentó ganar una mina pero falló y le piden detalles a quien sí tuvo éxito. No es fácil el Día Después y está aconsejado directamente no ir a trabajar. Ni siquiera hace falta llamar por teléfono para excusarse. La impunidad se prolonga por un día más
Postales de fiestas laborales
- Un amigo probando porro por primera vez diciendo 'está bueno esto, eh', con su habitual tono del interior del país
- Estuve parando sobre Avenida Madero, con un amigo que ahora vive en Barcelona, esperando el 152. Al rato me di cuenta que ese bondi no para ahí. Por cierto, mi amigo tenía puesto un sombrero mexicano y después se cayó en el medio de Paseo Colón. Fue particularmente graciosa la lucha que tuvo consigo mismo cuando quiso entrar al taxi que tomamos con su sombrero puesto y este chocaba con el techo del taxi
- Dos compañeras que eran muy nuevas en la empresa (como mucho, estaban hacía dos semanas) ganando sorteos. Y los que estábamos hacía dos años odiándolas a más no poder
- Mi último laburo de oficina era tan careta que ni hubo fiesta: se optó por un almuerzo con agua mineral. Me aburrí tanto que decidí ponerme en el rol del 'polémico' y le llevé la contra a todo el mundo en toda charla y especialmente en una sobre cine. Llegué a decirle a un jefe que 'La isla', con Leonardo Di Caprio, una de sus películas preferidas, era para chicas o para maricones
viernes, diciembre 09, 2005
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