jueves, febrero 10, 2011

'Missing', de Alberto Fuguet

El tío Carlos se perdió. Nadie sabe dónde está. En realidad no se perdió. Simplemente dejó de llamar, de escribir cartas. Se mudó y cambió de laburo sin avisarle a nadie. Ningún familiar logró contactarlo y él no dio señales durante años. El sobrino preferido, el único que le dio cariño a esa oveja negra que siempre hizo regañar a papá, el sobrino artista, el único que se preocupó por entenderlo, decide ir a buscarlo. Y se zambulle en los Estados Unidos como si fuera una gran pileta y da muchas brazadas hasta que encuentra algunas pistas


Me gustó mucho la forma que usó Alberto Fuguet para contar casi toda la historia. Una primera persona en función de un personaje principal que, en este caso, es un enigma familiar. El tío Carlos se mandó mil cagadas, estuvo preso, se casó un par de veces, no tuvo hijos ni empleos demasiado estables. Fue hippie y representó a Estados Unidos en una guerra. Además, era percusionista. Cuando el autor era chico, su tío era su ídolo familiar. No podía dejarlo ir, como hizo todo el resto de la familia

Copio un fragmento de la mejor parte del libro, la que está escrita en primera persona, como si el tío contara sus peores y mejores días:
le digo fuck the taxi, fuck the plane, i'm driving back,
me lo llevo,
quiero estar en el desierto antes de que esté oscuro,
quiero ver el desierto rojo y naranja
y le hago el cheque,
se lo lleno con cuidado
mirándolo a los ojos,
conversando, hablando de vegas y recomendándole shows,
hoteles donde tienen los mejores bufés,
y él me cuenta que es nuevo,
que trabaja a comisión,
que esta comisión le viene del cielo
que este fin de semana será bueno para él
que se va a dar un gusto,
y me llena los papeles,
me pasa las llaves y me hace firmar,
sé que ya es mío,
que lo hice,
lo hice de nuevo,
me estoy saliendo con la mía,
puedo ser bueno para esto,
a veces uno sí tiene una segunda oportunidad,
ahora hay computadores
para chequear las cuentas de los bancos,
el banco estaba cerrado,
ya era viernes,
estaría cerrado hasta el lunes,
el mormón o su jefe no podría confirmarlo
o enterarse
de que no tenía fondos hasta el lunes por la mañana.
dos cosas podían pasar:
que el tipo desconfiara y me dijera:
nos vemos el lunes,
o que me lo diera para poder irme a vegas.
Me lo dio ese viernes.
partí.
sin mirar atrás,
sin despedirme,
con lo puesto,
dejé mis ropas y mis pocas cosas donde mis padres,
puras cosas materiales,
cosas que no me importaban.
manejé horas y horas,
crucé la frontera,
la frontera de californa y nevada,
estaba en otro estado
y mi delito ahora era federal,
ahora jugaba en serio
y me sentí el tipo más afortunado
y valiente del mundo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo leí dos libros suyos y ambos me gustaron mucho:

Mala Onda, impecable
Tinta Roja, el cual se adaptó al cine, en Perú.

Tendré este en cuanta

Leo Carioca