martes, noviembre 11, 2008

Aventuras inmobiliarias (Hoy: Loli)

Luego de varios meses de distintos trajines, ya estoy en condiciones de decir que me estoy por mudar. En este último tiempo, conocí gente y lugares muy especiales, que serán el eje de esta serie de relatos que empieza hoy, con Loli

Loli es una señora de, por lo menos, 70 y pico y que tiene un acento español como si hubiera bajado ayer del barco. Su casa desde afuera parece muy linda y ella está empecinada en hacer el trabajo que debería llevar adelante el de la inmobiliaria. Muestra cada cuarto, explica cada refacción. Y, a cada paso, deja ver su dolor por el paso del tiempo y porque ya nadie vive allí, junto a ella

Loli muestra su casa para procesar que ninguna de sus tres hijas siguen habitando ese PH que ella, y su finadito marido, refaccionaron sin el menor criterio, pero les quedó tal cual como querían. A los ojos de cualquier otra persona puede parece un engendro inhabitable, pero ella todavía está chocha con, por ejemplo, un quincho que hicieron en la terraza. 'Acá tenía su consultorio la del medio, que es dentista', contó en la planta baja. También mostró una repisa en la que guardaba fotos de todos los nietos. 'Esta es mi pandilla', dijo

Al igual que cualquier viejo, guarda una cantidad de adornos incontable, y la mayoría de ellos se mantiene en ese equilibrio en el que no se sabe si causan dolor de ojos o si son hermosos. Al pie de la escalera se luce un plato que tiene impreso el himno gallego. Mostró los dos pisos y la terraza con una pasión desmedida para alguien de su edad y contó la historia de toda su familia. Para que viera el lavadero, se metió en él y explicó que tenía no sé qué ventaja. A esa altura, la casa no me interesaba en lo más mínimo, me parecía un espanto y no me podía imaginar viviendo allí, pero ella me daba mucha ternura, así que pasé al lavadero, donde la temperatura subía, más o menos, 20 grados

Antes de despedirse, contó que la casa está en venta por recomendación de sus hijas. 'Ellas creen que voy a estar mejor en un dos ambientes', deslizó. A modo de chiste, dijo que se sentía muy sola en esa casa y fingió un llanto, que no pareció tan actuado. 'Bueno, bueno, Loli, gracias por todo', le dijo el de la inmobiliaria, y le avisó que en un rato volvería con otros interesados. Estoy seguro de que poco rato después volvió a contar de nuevo toda la historia de su vida

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