jueves, febrero 14, 2008

Aventuras en Berlín

Con precisas instrucciones, encaro una caminata hacia un negocio que vende ropa de segunda mano en el que vi unas zapatillas que me interesaron. Llego a la calle en cuestión, mientras intento memorizar los nombres de las bandas cuyos carteles, por algún motivo, me despiertan curiosidad. Me dejo llevar por los looks y los nombres de los grupos, total, no entiendo nada. No encuentro el negocio, debe ser porque el otro día lo vi de noche, igualmente me entretengo en otros. Hace frío y me da fiaca volver caminando por el mismo camino, así que me cuelo en el subte (acá no hay molinetes. El único inconveniente puede suceder si algún chancho te intercepta). A las cinco paradas me doy cuenta de que me lo tomé para la dirección equivocada, así que me bajo y tomo el que vuelve. A las tercera parada veo que suben empleados del subte, por lo que mi espíritu de supervivencia me aconseja bajar. Espero al siguiente con otras dos personas en una estación desolada. Me aburro. Llega el otro subte. Me lo tomo. No hay guardias a la vista. Llego a la estación. Bajo y llego a casa. Demasiadas emociones para una mañana de vacaciones

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