sábado, diciembre 01, 2007

Un rato sobre el escenario

La semana pasada fui a un show de percusión coreana. De por sí, el plan era arriesgado, pero lo que terminó sucediendo fue directamente una locura. La propuesta del grupo era hacer música con elementos cotidiandos, algo que vienen haciendo (y mucho mejor) infinidad de compañías en todo el mundo (Stomp, Mayumaná, El Choque Urbano, por mencionar algunas). A su vez, mechaban sketches de humor que no eran muy efectivos en el público occidental. Los coreanos, que eran enorme mayoría en la platea, se morían de risa, pero a mi los chistes me parecían demasiado reiterativos, casi de obra infantil medio pedorra

Para sumarle más ingredientes a esa propuesta demasiado abarcativa, en algunas escenas los actores / músicos / malabaristas bajaban a la platea para secuestrar voluntarios y subirlos al escenario. Por más de que evité el contacto visual y de que puse mi mejor cara de boludo, en un momento pasó un coreano por al lado mío y me subió al escenario del brazo. Maldita la hora en que me senté en el primer asiento al lado del pasillo. 'La concha de la lora', fueron mis últimas palabras antes de salir corriendo por el pasillo. Debo confesar que apenas puse un pie en el escenario y recibí el aplaudo de la gente me entregué a la situación y decidí dar lo mejor de mi

La escena en la que tuve que participar emulaba a una cocina y había dos bandos: el rojo (todos putos) o el azul (el mío). La comptencia consistía en qué equipo cocinaba más platos en cierta cantidad de tiempo. No tengo idea cómo se cocinaban esos platos ni cómo llegaban a mis manos, pero lo cierto es que llegaban. Me dieron un gorro alto de cheff y me pusieron a hacer percusión con un mortero gigante y un palo de amazar. Por arte de magia, el coreano me traía los platos y yo los tenía que apilar en el borde del escenario. Cuando los apilaba, tenía que pedirle a la platea que contara por qué número íbamos

Debo confesar que no recuerdo con precisión qué hice durante esos minutos que estuve arriba del escenario, pero sí estoy seguro de que pedí palmas, que hice gestos para pedir más ruido de parte de la platea y que también tiré algunos arreglos percusivos. En un momento escuché a una voz que me gritaba 'muy bien, jose, muy bien'. Miré hacia el primer palco, el que estaba al lado del escenario, y me encontré a una ex compañera de laburo a quien no veía hacía un montón. Si yo esperaba que no hubiera testigos de semejante escena, ya me podía ir olvidando de ese plan. Obviamente, le ganamos a esos pechos fríos del rojo y festejamos arriba del escenario con mi compañera y con el coreano que nos apadrinaba

Antes de bajarme me dieron un pituto de regalo que no entendí qué era y después me explicaron que era algo para colgar del celular. Me llamó la atención que los coreanos me hablaran en inglés porque durante la obra decían algunas palabras en castellano

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