sábado, marzo 10, 2007

El deseo y el loro

Me subo al taxi, que tiene olor a nuevo y asientos muy cómodos. Rápidamente me siento a gusto ahí sentado. Para que no se rompa el hechizo al final del viaje, le pregunto si tiene cambio de 50. Me dice que no, abro la puerta y me voy. Me da bronca tener que irme, me gustaba la idea de viajar en ese auto. El taxista me llama y dice que sí, que sí tiene cambio, se había fijado mal. Qué suerte. Me vuelvo a subir y me siento. Me sigo sintiendo bien ahí sentado, con tanto espacio para mi. Escuchamos a Dolina, muy atentamente, sin cruzar palabras ni miradas

Dolina está hablando sobre el deseo. Casualmente, yo venía pensando bastante sobre este tema, así que escucho muy interesado. En su tono habitual y casi siempre atractivo, Dolina cuenta que él lleva al deseo en el hombro, como si fuera un loro. Juega con las palabras y las situaciones. Confiesa que va a los bailes con el loro en el hombro y que intenta que el loro funcione autónomamente del resto. 'Es el deseo el que tiene que ir por delante del pensamiento y no ir detrás de lo que el pensamiento le indica', aconseja. Yo tomo notas mentales, intento memorizar cada palabra

Rolón, el que le hace la segunda (adiós Stronatti, te echaremos de menos), comenta que otro error que hay que evitar es ir a los bailes con ideas ya conjeturadas. Por ejemplo, ir a buscar rubias. O personas de ciertas características. Ese tipo de pensamientos previos terminan encorsetando al deseo y también 'al amor y a la pasión'. Por momentos, pensé que estaban hablando de mi. Terminaron la reflexión y pusieron un tema cantado por Libertad Lamarque. No era feo el valsesito, pero se ve que al tachero no le gustó, porque lo apagó antes de que llegara el estribillo. 'Si hay una mina que odio es a Libertad Lamarque. La odio a ella y la forma en que canta'

Me fue imposible seguir el diálogo con el tachero porque tenía la cabeza ocupada pensando en el loro, en las decisiones que se pueden tomar para que hable solo y que no se limite a decir lo que uno le grita mil veces en su oído hasta que él las empieza a repetir. Habrá que dejarlo lo más liberado posible, a ver si nos sorprende con alguna palabrita nueva

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