Pocas cosas me deprimen tanto como ver el último programa de algún ciclo televisivo. Siento que el corazón se me parte (y que no se me volverá a unir nunca más) cuando escucho a los conductores agradecer a los que están detrás de cámaras y a todos los que hicieron posible ese programa y se despiden hasta una próxima vez que nunca llegará
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